Tuesday, April 18, 2006

Paracinismo


Hace más de una semana, el jefe de la misión de verificación de la OEA en el proceso de paz con los paramilitares en Colombia, Sergio Caramagna, entrego el informe de dos años de gestión.
En el informe, Caramagna reconocía denuncias presentadas de tiempo atrás por Organizaciones No gubernamentales así como por la Defensoria del Pueblo Colombiana, en el sentido en que algunos de los paramilitares reinsertados han vuelto a las armas, así como a las labores de patrullaje, secuestro boleteo y extorsión en regiones supuestamente dejadas por el fenómeno de autodefensa.
Pero lo más preocupante no son las denuncias presentadas por Caramagna, pues estas eran ampliamente conocidas por los medios así como los entes investigadores en Colombia. Lo preocupante es la carta abierta que Salvatore Mancuso, miembro del Estado Mayor Negociador de las Autodefensas Unidas de Colombia, le envía a Caramagna, como repuesta al informe de este último.
En esta el jefe paramilitar se lava las manos por sí mismo y por los demás miembros del Estado Mayor Negociador de cualquier responsabilidad que les competa por las actividades de sus subalternos.
Según Mancuso, cuando iniciaron el proceso de desmovilización y reinserción “…le trasferimos al gobierno no solo la responsabilidad por la defensa de las diferentes regiones y sus pobladores, sino también la exigente labor de cuidar cada uno de los desmovilizados en su regreso exitoso a la vida civil…”Sin embargo, al jefe paramilitar curiosamente se le olvida queso bien es cierto Colombia adquirió el compromiso de “cuidar de cada uno de los desmovilizados”, no menos cierto es que éstos adquirieron al mismo tiempo la obligación de manejarse dentro de los límites de la civilidad. Y es esto lo que muchos de los “reinsertados” no están haciendo.
Entre diciembre de 2002 y diciembre de 2005, tiempo durante el cual los paramilitares han estado en cese formal de hostilidades, la fuerza pública abatió 1.344 paramilitares y capturó 2.967 miembros del mencionado grupo, lo cual sumado constituye cerca del 25% del total de los paramilitares, que según sus dirigentes hacían parte de sus filas al momento de entrar a negociar con el gobierno.
Mucho menos hace parte del respeto a la civilidad el que algunos excombatientes del Bloque Central Bolívar, una de las más sangrientas facciones del grupo paramilitar fueran encontrados entre los heridos en combates con las FARC, pues los excombatientes, ahora hacían parte de un nuevo grupo de paramilitares conocido como ACUN (Autodefensas Campesinas Unidas Del Norte) creado por narcotraficantes del Norte del Valle. De hecho es tan irreal la reinserción a la vida civil de los paramilitares, que en el informe de Caramagna se menciona a las Autodefensas Campesinas de Meta Y Vichada como vendedoras de un lote de armas a un comandante no interesado en reinsertarse.
Al mismo tiempo, el mismo informe señala a la misma facción como la responsable de ocultar en algún lugar de la selva un lote de 200 armas para otro grupo de hombres desinteresado en desarmarse.
Lo anterior adquiere graves características cuando se considera que en 16 de los 32 departamentos colombianos lo que ocurre no es una reinserción, entendida como un proceso formal de abandono de las armas y los mecanismos violentos, sino uno de relevo mediante el cual los mandos medios de las diferentes facciones de Autodefensa estarían tomando las riendas de las agrupaciones abandonadas por sus líderes por temor a la extradición.
Pero no es solo en las áreas rurales donde aún se siente la activa presencia de los paramilitares. En barrios populares y de clase media de Bogotá, Medellín y Cali, miembros de las diferentes facciones de Autodefensa, ya reinsertados, prestan servicios de vigilancia privada divididos en escuadrones que patrullan las calles capitalinas.Fácil resulta por parte de los jefes paramilitares cometer todo tipo de actos violentos, refugiarse en sus zonas de accionar militar, continuar ejerciendo su poder a través de la cooptación y el miedo, y responsabilizar de todo al gobierno. Colombia necesita mucho más que declaraciones grandilocuentes a favor de una paz de papel por parte de los jefes paramilitares.
Es necesario que estos recurran a la ascendencia que aun conservan sobre sus combatientes para invitarlos a persistir en la salida negociada, pues lo más fácil a la vez que lo más dañino para el país es regresar a las armas.
No le viene bien al proceso paramilitar y mucho menos al país que nuevos grupos paramilitares comiences a copar los espacios dejados por quienes han optado por la desmovilización, o que comiencen a aprovechar la experiencia de combate de quienes al final no se desmovilizaron.
La paz de Colombia necesita mucho más que el cinismo de los jefes paramilitares, hace falta menos discurso y más compromiso, hace falta real voluntad de paz.


hollman.lozano@yahoo.ca

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