Sunday, January 27, 2008

Piedad Córdoba y las Alternativas de Paz en Colombia



Una de las principales razones por las cuales la democracia es considerada una forma superior de gobierno es porque se respeta e incluso se incentiva la diversidad. La diferencia de opinión. La posibilidad de apartarse de la opinión de la mayoría, sin que ello implique el escarnio público, el encarcelamiento, ni el confinamiento de por vida. Sin embargo es precisamente ahí que Colombia se aparta de la tradición democrática y comienza a ser eso que en los centros académicos y las agencias de cooperación internacional se reconoce como democracia fachada. Democracias en las que se dan elecciones a la manera de las democracias, existe una separación de poderes a la manera de los estados democráticos, pero no existe un trasfondo democrático. Es puramente una estructura que se le muestra al mundo. La más reciente prueba de ello es el incidente en el que Piedad Córdoba, estuvo a punto de ser atacada por los pasajeros en un vuelo Bogotá Caracas. De acuerdo a los agresores, la senadora Córdoba había traicionado al país, al aliarse con el presidente venezolano Hugo Chávez y con las FARC. Es ahí cuando cabe preguntarse como se espera que los armados reduzcan la violencia, si los civiles, las personas que no toman parte activa en el conflicto, los mismo que claman por la paz, están tanto o más armados que los violentos.
Uno puede estar en desacuerdo con las opiniones de una persona, con sus visiones del mundo, pero de ahí a tener el derecho de poner en riesgo su seguridad personal existe una distancia inmensa. Hasta el momento Piedad Córdoba no ha hecho nada ilegal. Su única labor, ha sido asumir como propio el dolor de los secuestrados y hacer todo lo que este al alcance de sus manos para su liberación. Ello de manera alguna quiere decir que comparta posiciones políticas, mucho menos militares con los violentos, ello lo único que quiere decir, es que a diferencia de la mayoría de los colombianos, ella está dispuesta, desde la institucionalidad que representa a tender puentes, que puedan solidificarse hacia una salida negociada. Deslegitimar su labor, por “estar del lado de la guerrilla o de los bolivarianos venezolanos” es no escuchar los clamores de los secuestrados, es no entender la incapacidad del estado colombiano de efectuar operaciones de rescate exitosas. En ese sentido, lo que Piedad merece no es el escarnio público, o volverla el chivo expiatorio por las dificultades en las relaciones entre Colombia y Venezuela, por el contrario, lo que ella merece el respeto de la gente, su apoyo y solidaridad. Pero por si lo anterior no fuera poco, el ministro del interior Carlos Holguín manifestó en entrevista pública que si Piedad Córdoba estaba en riesgo era por manifestarse en contra del país. Es decir, el ministro, lo que vale decir, el gobierno, soporta las agresiones de que Piedad viene siendo objeto, pues es lo que tradicionalmente ocurre a aquellos que se manifiestan en contra del país.
Si bien la idea de pedirle al presidente Chávez su participación en una labor de facilitación fue de Piedad, el gobierno colombiano, a sabiendas de las peculiaridades de la personalidad del mandatario venezolano, y las evidentes posibilidades de que se saliera del libreto que el gobierno colombiano esperaba seguir, acepto su participación.
Piedad Córdoba no es, y no puede ser tenida como responsable de las dificultades de las relaciones entre los gobiernos de Venezuela y Colombia. La manera anti-diplomática como fue terminada la facilitación venezolana, es lo que se debe culpar.
Si la esperanza de los colombianos de resolver el conflicto armado descansa en aproximaciones violentas a la realidad como las que ha sido objeto Piedad, no parecen haber alternativas para una salida negociada. El país está enfrentando una estructura de guerra armada, con otra estructura de guerra. Es hora de que el país le dé una oportunidad a la paz, de que las alternativas de no-violencia partan desde el día a día, y la aproximación a aquello que no compartimos, puedan ser respetadas y valoradas.


Hollman Lozano