Frente a las ampliamente conocidas relaciones entre representantes de la clase política y los grupos paramilitares, Colombia tiene solo tres opciones.
La primera es iniciar un proceso catarquico a partir del cual cuestione las razones del porque y para que de las relaciones entre el paramilitarismo, los diferentes niveles de la política, el local, el regional, la infiltración en los diversos estamentos de control, así como en las fuerzas armadas, y los mecanismos que en adelante se deben llevar a cabo para que esta clase de aberraciones, por ninguna razón y bajo ninguna circunstancia vuelvan a llevarse a cabo. Para ello será necesario que los jefes paramilitares cumplan su palabra según la cual denunciaran a todos aquellos que tuvieron que ver con ellos, los financiaron y apoyaron, para llevar a cabo el cabal esclarecimiento de los hechos. Pero esta vez, se necesitaran mas que mentiras o reinsertados falsos, que solo se saben las dos primeras estrofas del himno de las autodefensas, desconocen las mas elementales tácticas de sobre vivencia en el monte, pero son maestros en el hurto a mano armada y el sicariato. Si en algo es cierta la voluntad de paz de los jefes paramilitares, este es uno de los puntos principales para comenzar a demostrarla.
La segunda alternativa será hacer de cuenta que aquí no ha pasado nada. Cerrar las investigaciones, permitir que aquellos políticos que sean hallados responsables de colaborar, participar y representar el paramilitarismo, se sometan a la ley de justicia y paz, trabajen y/o estudien en las cárceles y al cabo de ocho años, estén de vuelta al capitolio nacional, alcaldías y gobernaciones, a través del sostenimiento soterrado de las estructuras de terror que aún persisten.
La tercera es que se lleve a cabo un juicio que parezca independiente. Un juicio que aparezca que se lleva de cara al país, pero que tras bambalinas se arregla para preservar lo que en algunos círculos políticos se entiende como “la institucionalidad”. Algo parecido a lo que se llevo a cabo con el proceso ocho mil, un proceso presuntamente independiente que al final solo va tras cabezas de peces menores pero que deja intactos a los verdaderos cerebros detrás de las acciones más deleznables.
Frente a las señaladas alternativas la única viable es la primera. Un compromiso de los jefes paramilitares con la verdad y la justicia que desmantele las estructuras de terror que han mantenido hasta entonces, de manera que si es cierto que no tienen nada que ver con los denominados paramilitares de tercera generación, hagan mas difícil el sostenimiento y crecimiento de estas estructuras. Al tiempo que conminan públicamente a Vicente Castaño y a aquellos que aun permanecen fuera del cumplimiento de lo acordado a someterse a la justicia.
Las otras dos alternativas lo único que harán será dejar la puerta abierta para que las diferencias entre los colombianos se sigan resolviendo por la vía armada. Es decir, extender más en el tiempo la posibilidad de que de una vez por todas los colombianos decidan asumir la reconciliación como una necesidad y pagar el precio necesario por esta.
Exento de todo esto no está el gobierno actual. Al pueblo colombiano y a la comunidad internacional debe enviarles un mensaje claro y contundente, que de una vez por todas desvirtúe los rumores acerca de su cercanía con los paramilitares. Es necesario hacer un llamado público y serio al señor Vicente Castaño. O se somete a la justicia en un periodo máximo de dos semanas o el gobierno colombiano autorizara de manera irrevocable su extradición, pues es un hecho demostrado, su falta de voluntad de paz.
El pueblo colombiano, está y va a continuar pagando un precio muy alto, para que solo pesos pesados se entreguen a la justicia, mientras el jefe de los jefes, el hombre de la sombra continúa a la sombra a la espera de unas circunstancias más convenientes, o unas condiciones más ventajosas.
De lo contrario las presentes negociaciones con los paramilitares, serán las primeras de una larga estela que habrá de venir, pues habrá hecho carrera la idea de que política, armas y terror son una opción en el ejercicio del poder en Colombia.
hollman.lozano@yahoo.ca
La primera es iniciar un proceso catarquico a partir del cual cuestione las razones del porque y para que de las relaciones entre el paramilitarismo, los diferentes niveles de la política, el local, el regional, la infiltración en los diversos estamentos de control, así como en las fuerzas armadas, y los mecanismos que en adelante se deben llevar a cabo para que esta clase de aberraciones, por ninguna razón y bajo ninguna circunstancia vuelvan a llevarse a cabo. Para ello será necesario que los jefes paramilitares cumplan su palabra según la cual denunciaran a todos aquellos que tuvieron que ver con ellos, los financiaron y apoyaron, para llevar a cabo el cabal esclarecimiento de los hechos. Pero esta vez, se necesitaran mas que mentiras o reinsertados falsos, que solo se saben las dos primeras estrofas del himno de las autodefensas, desconocen las mas elementales tácticas de sobre vivencia en el monte, pero son maestros en el hurto a mano armada y el sicariato. Si en algo es cierta la voluntad de paz de los jefes paramilitares, este es uno de los puntos principales para comenzar a demostrarla.
La segunda alternativa será hacer de cuenta que aquí no ha pasado nada. Cerrar las investigaciones, permitir que aquellos políticos que sean hallados responsables de colaborar, participar y representar el paramilitarismo, se sometan a la ley de justicia y paz, trabajen y/o estudien en las cárceles y al cabo de ocho años, estén de vuelta al capitolio nacional, alcaldías y gobernaciones, a través del sostenimiento soterrado de las estructuras de terror que aún persisten.
La tercera es que se lleve a cabo un juicio que parezca independiente. Un juicio que aparezca que se lleva de cara al país, pero que tras bambalinas se arregla para preservar lo que en algunos círculos políticos se entiende como “la institucionalidad”. Algo parecido a lo que se llevo a cabo con el proceso ocho mil, un proceso presuntamente independiente que al final solo va tras cabezas de peces menores pero que deja intactos a los verdaderos cerebros detrás de las acciones más deleznables.
Frente a las señaladas alternativas la única viable es la primera. Un compromiso de los jefes paramilitares con la verdad y la justicia que desmantele las estructuras de terror que han mantenido hasta entonces, de manera que si es cierto que no tienen nada que ver con los denominados paramilitares de tercera generación, hagan mas difícil el sostenimiento y crecimiento de estas estructuras. Al tiempo que conminan públicamente a Vicente Castaño y a aquellos que aun permanecen fuera del cumplimiento de lo acordado a someterse a la justicia.
Las otras dos alternativas lo único que harán será dejar la puerta abierta para que las diferencias entre los colombianos se sigan resolviendo por la vía armada. Es decir, extender más en el tiempo la posibilidad de que de una vez por todas los colombianos decidan asumir la reconciliación como una necesidad y pagar el precio necesario por esta.
Exento de todo esto no está el gobierno actual. Al pueblo colombiano y a la comunidad internacional debe enviarles un mensaje claro y contundente, que de una vez por todas desvirtúe los rumores acerca de su cercanía con los paramilitares. Es necesario hacer un llamado público y serio al señor Vicente Castaño. O se somete a la justicia en un periodo máximo de dos semanas o el gobierno colombiano autorizara de manera irrevocable su extradición, pues es un hecho demostrado, su falta de voluntad de paz.
El pueblo colombiano, está y va a continuar pagando un precio muy alto, para que solo pesos pesados se entreguen a la justicia, mientras el jefe de los jefes, el hombre de la sombra continúa a la sombra a la espera de unas circunstancias más convenientes, o unas condiciones más ventajosas.
De lo contrario las presentes negociaciones con los paramilitares, serán las primeras de una larga estela que habrá de venir, pues habrá hecho carrera la idea de que política, armas y terror son una opción en el ejercicio del poder en Colombia.
hollman.lozano@yahoo.ca
1 comment:
tristemente nos toca resignarnos con ver los toros desde la barrera porque la "clase dirigente" no se preocupa por nada mas que sus intereses personales, y dejar que utilicen la plitica para esto y lo mas triste es que se les sigue dando continuidad a este proceso, a este paso uribe se va a su tercer periodo y los paramilitares van a tener reconocimiento como fuerza politic, no qiero ni pensar que pueda pasar despues
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