Wednesday, December 13, 2006

Pinochet y el Futuro de Chile


Luego de 91 años de vida y mas de un cuarto de siglo de haber instaurado uno de los temidos regimenes de terror, el general chileno Augusto Pinochet ha muerto en la plácida calma de un hospital de su país, rodeado de los suyos.

Pinochet ha muerto de lo que se debe morir la gente; de vieja, y no por opresión de una bota militar, o un disparo que desde la verja opuesta se opone a las ideas que difieren de las suyas.

Atrás ha quedado la idea de justicia. La posibilidad de reconciliar a miles de chilenos con su memoria, con lo que fue de sus seres queridos como paso fundamental de un proceso necesario de sanación emocional y mental que requieren todos aquellos que aún padecen las consecuencias del 11 de septiembre de 1973.

Pero curiosamente, lo que salvo a Augusto Pinochet de la acción de la justicia no fue la decidida acción de sus abogados que justificaron jurídica y políticamente la necesidad del Golpe de Estado de 1973, así como los subsecuentes asesinatos, encarcelamientos y desapariciones de miles de chilenos a manos de la temida “operación cóndor”.

Lo que salvo a Pinochet de la cárcel, que no del escarnio público internacional, fue apelar a la compasión que despertó en algunos su cuerpo viejo y enfermo, compasión que ni él, ni sus despiadados colaboradores fueron capaces de sentir durante el oscuro periodo de terror vivido por chile.

El futuro sin embargo no aparece más claro. El hecho de que Augusto Pinochet sea aún considerado miembro de honor por el ejército chileno, “por salvar a Chile de las garras del marxismo”, solo muestra que tan lejos está este ejercito de la institucionalidad y el carácter no deliberativo como razón de ser de los cuerpos castrenses, y que tan cerca del terror como herramienta valida para cuando lo considere necesario.

Pero a pesar de ello, y de las exóticas hordas de simpatizantes que aún despiertan las fatídicas acciones de Pinochet, chilenos de uno y otro lado deben hacer cuanto esté a su alcance para recuperar la memoria, no para dolerse en ella, sino para tener presente día tras día que el terror es una alternativa peor que la peor de las ideas políticas.

Del trágico pasado chileno debe quedar como lección para los tiempos que vendrán, que las injerencias de terceros países, sean imperialistas propensos a las armas, o de izquierdas petroleras son siempre negativos. Una cosa es la solidaridad y el camino común de pueblos hermanos que se construyen en luchas compartidas, y muy otro la imposición de rutas y lados de la mesa, por una u otra prebenda, pues los lados no son el problema, el problema es tener que escoger de que lado se está.


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