¿Y si por un momento suspendiéramos los juicios de valor; la enardecida conmoción que desde Palacio convoca a todos los colombianos a constituir un solo frente contra el terror y pensáramos, solo en gracia de discusión, que las FARC tienen razón y no son responsables del carro bomba del cantón norte?
No son argumentos lo que les hace falta. De hecho desde una perspectiva política de mediano plazo los grandes perjudicados con el atentado serian las FARC, pues estaban a no pocas semanas de que se concretara el Intercambio Humanitario, y el propio presidente ya hablaba en público de asamblea constituyente al final de un eventual proceso de paz con el señalado grupo insurgente; todo lo cual los resituaría en el escenario nacional e internacional no solo como una fuerza militar, sino como un elemento político capaz de anteponer sus perspectivas de nación frente al componente militar.
Sin embargo, suponer que no fueron las FARC da sobretodo un amplio margen de respiro a todos aquellos que confían a pié juntillas en la “seguridad democrática”, pues lo contrario es reconocer como un hecho de facto que la guerrilla puede golpear al segundo sitio en el país con mayor concentración de militares por metro cuadrado sin que uno solo de los organismos de inteligencia o contrainteligencia se entere, y sacar al miliciano que ingresa el automotor con explosivos de la misma manera en la que entró, sin que nadie se entere.
Mientras que la estructura del Secretariado y el Estado Mayor Central de las FARC siguen intactas, en algun lugar de Ccolombia o de sus fronteras, de la misma manera que el Comando Central del E.L.N.
¿Pero entonces, quien tendría la infraestructura para ejecutar una operación militar de semejante envergadura, capaz de burlar los rigurosos controles de seguridad de una unidad militar como la señalada si no fueron las FARC?
Podría ser alguno de esos militares que interesados en el rápido ascenso y el buen nombre personal no escatiman en utilizar los mecanismos de terror de los organismos insurgentes para esgrimir positivos que acorten el tiempo necesario para el ascenso de la carrera militar, como parece haber acontecido con el carro bomba de las ferias del cual fueron obviamente incriminadas las FARC de manera unanime.
Tal vez algún sector paramilitar al cual no le interesa que la atención nacional e internacional se desvie, de lo hasta el momento han sido las negociaciones de paz entre el gobierno y las autodefensas, hacia lo estruendoso que seria en términos mediáticos y políticos una negociación entre la administración Uribe y la guerrilla de las FARC.
¿Pero y si no fueran ninguna de las alternativas esgrimidas y lo señalado por las FARC a la agencia ANNCOL fuera cierto y se trata de un organismo multilateral de inteligencia que trata de desestabilizar cualquier intento de salida negociada que se plantea en Colombia, pues el señalado organismo precisa del conflicto armado interno para impedir la creación de un completo bloque de izquierda en la región?
De las señaladas alternativas he de confesar que prefiero cualquiera menos la señalada por las FARC. Que bien haya sido un militar deshonesto, aunque el adjetivo luego de la palabra militar suene como una contradicción, pero aún parece posible, o que haya sido un alto ególatra mando paramilitar interesado en que la atención nacional e internacional no se desvíe del proceso que desde hace algunos años se lleva a cabo entre el gobierno y la organización armada.
No se trata de que me interese alguna clase de contubernio entre la clase militar o las organizaciones paramilitares, o hacer parte de esa perspectiva de izquierda que se niega a ver y reconocer públicamente los garrafales errores cometidos por las FARC en su lucha contra los diferentes estamentos de poder.
Se trata, por sobretodo, de suspender la mirada acostumbrada y ver la realidad, solo por unos minutos con otros ojos, y pensar en las posibilidades y alternativas que pueden tener los otros actores para entrar en un juego que si bien parece haber repartido ya todas las fichas, pues no parece haber lugar para la sociedad civil, permite aún, desde el ejercicio brutal de la fuerza, ampliar el margen e incluir a otros actores con los que tal vez no se contaba para determinar las alternativas de Colombia como nación, si es que alguna le queda.
hollman.lozano@yahoo.ca
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