El último domingo de este febrero que se acaba, una joven de origen musulmán llamada Asmahan (Azzy) Manssur residente de Neppan Ontario se preparaba para disputar un partido de fútbol en la ciudad de Laval en Québec, con los implementos ordinarios para participar en el encuentro deportivo, salvo una hijab; pañuelo de connotaciones religiosas con el que las mujeres musulmanas se cubren la cabeza, cuando el arbitro del encuentro – musulmán también- le pidió que se retirase la jihab, pues la consideraba peligrosa para la seguridad de ella y las demás jugadoras durante el desarrollo del juego.
Al escuchar esto, el entrenador del equipo de Azzy retiro este de la disputa deportiva aduciendo que se estaban violando los derechos religiosos de la menor, pues la hijab no era un prenda puramente decorativa sino un implemento religioso que en manera alguna representaba un peligro para ella ni para las demás jugadoras. En el mismo sentido actuaron otros equipos, los cuales también se abstuvieron de participar en el torneo para manifestar su apoyo a Azzy.
El lunes siguiente las estaciones de radio y los periódicos de Québec resplandecían de adjetivos en contra del árbitro sin percatarse que este solo estaba cumpliendo con su trabajo. El no le pidió a la joven que se retirara la hijab porque no pudiera soportar la distracción, le pareciese obsceno en el escenario deportivo, o innecesario desde cualquier posible punto de vista. La hijab así como cualquier objeto que eventualmente pueda presentar un peligro para el que lo porta o para los otros jugadores, no están permitidos en los encuentros deportivos según la Asociación de Fútbol de Québec a la cual esta suscrito el arbitro en referencia. Por lo tanto cuando le pidió a Azzy que se quitara la hijab solo estaba cumpliendo con su trabajo; asegurarse que los jugadores cumplan con las reglas preestablecidas al momento del encuentro deportivo.
Es cierto que Asmahan, así como cualquier persona tiene todo el derecho a portar los distintivos y/o elementos religiosos que consideren necesarios, pues estos no solo hacen parte de su cultura, sino que por esta vía constituyen su personalidad y median su relación con el mundo, pero no menos cierto es que existen circunstancias con reglas acordadas -como un partido de fútbol- conocidas de antemano las cuales se pueden aceptar, combatir o tratar de modificar.
El problema no es el árbitro. Tal vez ni siquiera lo es la decisión de la Asociación de Fútbol de Québec de no permitir esa clase de distintivos, el problema es asociar el hecho con una violación de los derechos religiosos de la menor. El problema es mas el desconocimiento, por parte del entrenador así como de la menor de que la Asociación de Fútbol de Québec no permite esa clase de distintivos.
Porque no apostarle a la posibilidad de que solo se esta tratando de proteger la integridad de las demás jugadoras y hacer lo posible por modificar la norma, en caso de que no se encuentren suficientes evidencias que soporten la actitud de la Asociación de Fútbol. Lo otro, justificar la actitud del arbitro en una perspectiva intolerante de occidente que se siente perseguida por la diversidad y en especifico por el Islam, es no considerar que el arbitro es musulmán también, pero por sobretodo es seguir rompiendo los puentes que nos unen mas allá de religiones y creencias, es ponernos de espaldas a la diversidad en nombre de lo diverso. Cerrarnos a los otros, por defender su otredad.
hollman.lozano@yahoo.ca
Al escuchar esto, el entrenador del equipo de Azzy retiro este de la disputa deportiva aduciendo que se estaban violando los derechos religiosos de la menor, pues la hijab no era un prenda puramente decorativa sino un implemento religioso que en manera alguna representaba un peligro para ella ni para las demás jugadoras. En el mismo sentido actuaron otros equipos, los cuales también se abstuvieron de participar en el torneo para manifestar su apoyo a Azzy.
El lunes siguiente las estaciones de radio y los periódicos de Québec resplandecían de adjetivos en contra del árbitro sin percatarse que este solo estaba cumpliendo con su trabajo. El no le pidió a la joven que se retirara la hijab porque no pudiera soportar la distracción, le pareciese obsceno en el escenario deportivo, o innecesario desde cualquier posible punto de vista. La hijab así como cualquier objeto que eventualmente pueda presentar un peligro para el que lo porta o para los otros jugadores, no están permitidos en los encuentros deportivos según la Asociación de Fútbol de Québec a la cual esta suscrito el arbitro en referencia. Por lo tanto cuando le pidió a Azzy que se quitara la hijab solo estaba cumpliendo con su trabajo; asegurarse que los jugadores cumplan con las reglas preestablecidas al momento del encuentro deportivo.
Es cierto que Asmahan, así como cualquier persona tiene todo el derecho a portar los distintivos y/o elementos religiosos que consideren necesarios, pues estos no solo hacen parte de su cultura, sino que por esta vía constituyen su personalidad y median su relación con el mundo, pero no menos cierto es que existen circunstancias con reglas acordadas -como un partido de fútbol- conocidas de antemano las cuales se pueden aceptar, combatir o tratar de modificar.
El problema no es el árbitro. Tal vez ni siquiera lo es la decisión de la Asociación de Fútbol de Québec de no permitir esa clase de distintivos, el problema es asociar el hecho con una violación de los derechos religiosos de la menor. El problema es mas el desconocimiento, por parte del entrenador así como de la menor de que la Asociación de Fútbol de Québec no permite esa clase de distintivos.
Porque no apostarle a la posibilidad de que solo se esta tratando de proteger la integridad de las demás jugadoras y hacer lo posible por modificar la norma, en caso de que no se encuentren suficientes evidencias que soporten la actitud de la Asociación de Fútbol. Lo otro, justificar la actitud del arbitro en una perspectiva intolerante de occidente que se siente perseguida por la diversidad y en especifico por el Islam, es no considerar que el arbitro es musulmán también, pero por sobretodo es seguir rompiendo los puentes que nos unen mas allá de religiones y creencias, es ponernos de espaldas a la diversidad en nombre de lo diverso. Cerrarnos a los otros, por defender su otredad.
hollman.lozano@yahoo.ca
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